domingo, 21 de agosto de 2011

Me preguntaron qué era el amor para mí, y no supe decir qué es, pero supe decir lo que no quiero que sea.
A veces, en falta de, es más fácil saber lo que no se quiere, que saber distinguidamente lo que sí.
Sería ilógico que pida algo que hace tiempo desconozco, o por lo menos no podría pedirlo con palabras, no podría buscar una palabra que encierre un concepto tan grande y abstracto.

Entonces, viene la música,
y el amor sería algo así:







martes, 2 de agosto de 2011

Hoy conocí a una chica mientras esperaba para sacar el abono estudiantil, charlamos de arquitectura, de las relaciones sociales, de los candidatos a gobernador, de los avances que hubo para la adrenoleucodistrofia y de la docencia. Me habló de su familia, de la policía, de la pelea reciente con su mejor amiga, de cuando se encontró un celular y terminó saliendo con el dueño del mismo, y de las madres que empiezan a ponerse viejas y densas -acá se explayó bastante- Me contó de lo hartante que es la suya con cuestiones facultativas y lo demandante que es con las demostraciones de afecto, de cómo su hermana volvió loca a su mamá, de cuando la mamá se divorció por primera vez, de que su primer novio tenía un amor inconciente con la mamá, de que sus amigas van a tomar mate a su casa y se quedan charlando con la mamá, y la mamá esto, y la mamá aquello, y la mamá dice, y la mamá hace, y de tantas cosas más que respectaban a lo mismo: la madre.
No se en que momento, pero me hizo el click.
El abono estudiantil es un beneficio de alta gama: 50 viajes en colectivo por treinta pe y una terapia de psicología gratis. Eso sí, asegurate ir un día que haya mucha cola, que llueva a cantaros y que quien te escuche sea una pelotuda como yo, que escucha los problemas de los otros y les busca consejos y soluciones por doquier, pero no es capaz de hacerse cargo de lo suyo.

Siempre va ser más fácil escuchar.