domingo, 11 de abril de 2010

Crónica de una intolerante.

Iba en el colectivo, calor mucho calor, y la mayoría de las ventanillas cerradas. Por supuesto, todos los asientos ocupados. Así que allá fui, en el único espacio habitable que había, justo en frente de una ventana abierta. Por lo visto taaaaan mal no la iba a pasar. Me pare firmemente, me agarré del cañito y empecé a transpirar, caramba! la mujer de pelo mota había cerrado la ventana. Me pregunté, ¿Será la menopausia? Carajo, ¿que no ves que este camión de vacas lleva 50 pasajeros y hace 33º de calor?, y me afirmo, debe ser la menopausia. Entonces, muy ubicada y prolijita le pregunto si puede abrir la ventana, a lo que me dice "me hace mal el viento mamita, me irrita los ojos, esperate que me baje y te dejo el asiento" A lo que le contesté (no me acuerdo que conteste, o quizás no contesté, a veces suele pasarme eso, quizás pensé que tan mala no era la idea, claro, suponiendo que su descenso fuera en las próximas diez cuadras, sino se iba a tornar bastante jodido el viaje). El tiempo empezó a transcurrir y la señora de pelo mota había pasado a ser la vieja estúpida e insoportablemente menopausica, mi intolerancia y mi amabilidad se salieron de mis adentros, el señor que estaba a mi lado, que apropósito era mayorcito de edad, me miraba con cara de suplica para que abriera la ventana, y por supuesto que no pude resistirme, estiré el brazo y la abrí. El viejo me sonrío, y yo sonreí. La vieja estúpida menopausica me miró de reojo con su boca roja semiabierta y cerró, (no del todo) la gloriosa ventana. Era un chiste, totalmente un chiste. ¿Cómo, cómo podía tomarme esto? Éramos tres personas mayores peleando como tres niños. Pero el viejo, que ya era mi aliado en secreto, le dijo, "señora por favor, el calor es engorroso" (me mata, me mata la corrección y las palabras de los abuelos, quiero tener un abuelo!) la vieja abrió apenas la ventana y mi intolerancia se calmó. Me quedé calladita el resto del viaje. Cuando me voy a dirigir a la parada, la vieja de pelo mota se levanta. Me reí con tanta contundencia que era demasiado notorio, el viejo me miró, se río con migo (lo quiero, te juro que ya lo quiero, nunca me voy a olvidar de ese viejo simpaticón) se sentó y abrió la ventana a más no poder. Nosotras nos fuimos a la puerta trasera, y con voz de vieja tierna la vieja de pelo mota me dice "querida, ¿descendés en la próZima?" mi contestación, como ya lo sabrán, fue un si totalmente seco. (No podía creer, no había forma que la vieja se bajara conmigo, imaginate! imaginate si tenía que esperar a que me dejara el asiento, vieja hijadeputa!) Y bajamos. La vieja primero, por supuesto. Caminamos, las dos para el mismo lado. Resulta, ¡RESULTA! que la vieja de pelo mota vive, (o trabaja, habita, estudia, limpia, come, hace un curso, o nosé) al frente de mi casa.

Haya dicho lo que haya dicho, estoy segura que era la menopausia, y a mí también me va a llegar algún día.
Que feo.


1 comentario:

  1. leo y releo, realmente sos una genia
    no paro de reirme
    toavia tengo la imagen de la vieja en la cabeza
    quiero ir a vistarte
    mucho

    Lu

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