viernes, 14 de mayo de 2010

Iba por una calle de tierra, sola.
Si pasaban dos o tres pájaros a 30km de altura, era mucho... Cerré los ojos y caminé. Hice unos pasos y me venció el miedo, el silencio total, la luz que entraba por mis pupilas aún estando cerradas, o mejor dicho, todo-eso-junto y la intriga, fiel intriga que no me deja vivir sola.
Abrí los ojos, miré que no viniera nadie y los volví a cerrar. Seguí caminando, avance dos pasos, tres, cuatro y no pude adquirir fluidez. Caminaba tensa, con miedo de que o a quien pisar. Abrí los ojos nuevamente y me sonreí, la sonrisa se hizo carcajada y me tenté, me avergoncé ante la nada por no poder caminar ni diez pasos con los ojos cerrados, siempre sintiendo esa sensación invasora e intrigante de saber que había del otro lado, esa sensación de miedo que venga un viento y me atropelle, o de vacilación, o de inseguridad, o de desprotección y fragilidad.
Y me pregunte, atónita y con el seño fruncido, ¿Pueda ser que seamos tan inseguros?

Y aunque realmente este juego de caminar con los ojos cerrados sea una estupidez, me dejo un sinfín de cuestiones para pensar, algún día voy a escribir mi reflexión sobre esta pelotudez.

1 comentario:

  1. te admiro por tu capacidad de tomarte ese tiempo que hace tan bien para pensar en cosas nada rutinarias ni comunes, que a pesar de generarte desconcierto o angustia o una reflexion, peudas tomarte esos munutos o esas horas para tener en cuenta cosas que estan alrededor de nosotros.
    sos muy genia lu

    ResponderEliminar

Algunos chamuyos