domingo, 9 de mayo de 2010

Oda al aire

Andando en un camino encontré al aire, lo saludé y le dije con respeto: “Me alegro de que por una vez dejes tu transparencia, así hablaremos”. Él incansable, bailó, movió las hojas, sacudió con su risa el polvo de mis suelas, y levantando toda su azul arboladura, su esqueleto de vidrio, sus párpados de brisa, inmóvil como un mástil se mantuvo escuchándome. Yo le besé su capa de rey del cielo, me envolví en su bandera de seda celestial y le dije: monarca o camarada, hilo, corola o ave, no sé quien eres, pero una cosa te pido, no te vendas. El agua se vendió y de las cañerías en el desierto he visto terminarse las gotas y el mundo pobre, al pueblo caminar con su sed tambaleando en la arena. Vi la luz de la noche racionada, la gran luz en la casa de los ricos. Todo es aurora en los nuevos jardines suspendidos, todo es oscuridad en la terrible sombra del callejón. De allí la noche, madre madrastra, sale con un puñal en medio de sus ojos de búho, y un grito, un crimen, se levantan y apagan tragados por la sombra. No, aire, no te vendas, que no te canalicen, que no te entuben, que no te encajen ni te compriman, que no te hagan tabletas, que no te metan en una botella, cuidado! llámame cuando me necesites, yo soy el poeta hijo de pobres, padre, tío, primo, hermano carnal y concuñado de los pobres, de todos, de mi patria y de las otras, de los pobres que viven junto al río, y de los que en la altura de la vertical cordillera pican piedra, clavan tablas, cosen ropa, cortan leña, muelen tierra, y por eso yo quiero que respiren, tú eres lo único que tienen, por eso eres transparente, para que vean lo que vendrá mañana, por eso existes, aire, déjate respirar, no te encadenes, no te fíes de nadie que venga en automóvil a examinarte, déjalos, ríete de ellos, vuélales el sombrero, no aceptes sus proposiciones, vamos juntos bailando por el mundo, derribando las flores del manzano, entrando en las ventanas, silbando juntos, silbando melodías de ayer y de mañana, ya vendrá un día en que libertaremos la luz y el agua, la tierra, el hombre, y todo para todos será, como tú eres. Por eso, ahora, cuidado! y ven conmigo, nos queda mucho que bailar y cantar, vamos a lo largo del mar, a lo alto de los montes, vamos donde esté floreciendo la nueva primavera y en un golpe de viento y canto repartamos las flores, el aroma, los frutos, el aire de mañana.
Pablo Neruda

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